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Jesús en Casa: el corazón de la Navidad

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Redescubriendo el propósito del nacimiento de Cristo en la vida familiar hoy.


A lo largo de los siglos, especialmente entre los siglos XVIII y XIX, la Navidad fue vivida por las familias cristianas como algo profundamente sagrado. No era un evento ruidoso ni acelerado, sino un tiempo de pausa, recogimiento, gratitud y reflexión. Los hogares se convertían en espacios donde la fe se respiraba: la Biblia abierta, los himnos cantados en familia, los niños aprendiendo a adorar antes que a recibir, y los más ancianos transmitiendo una fe probada por el tiempo.


En aquellos hogares, la fe no se delegaba únicamente a la iglesia, sino que se cultivaba en el hogar. La Navidad les recordaba que Dios no eligió un templo ni un palacio para manifestarse, sino la sencillez de una familia.


Desde una perspectiva teológica, esta escena encarna una verdad esencial del Evangelio: Dios decidió habitar entre nosotros. La encarnación no fue un acto distante, sino profundamente relacional. Jesús nació en un contexto familiar, creció en un hogar y, durante su ministerio, compartió la mesa y la vida cotidiana con quienes le siguieron. Por eso, la Navidad no es solo un acontecimiento histórico, sino un mensaje vivo que nos recuerda, aún hoy, que Dios sigue visitando los hogares que le abren la puerta.


El apóstol Juan lo expresa con claridad cuando dice:


“La Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Juan 1:14).


El propósito del nacimiento de Jesús no fue simplemente conmovernos, sino también rescatarnos, reconciliarnos y restaurarnos. Cristo vino a traer salvación, pero también a devolver sentido, identidad y esperanza a la vida familiar y personal. En tiempos en que todo parece fragmentado, acelerado y superficial, la Navidad nos invita a volver a lo esencial: Cristo en el centro.


Como creyentes hoy, estamos llamados a rescatar estos valores, no como algo nostálgico del pasado, sino como una necesidad presente. No necesitamos grandes recursos ni celebraciones perfectas. Necesitamos hogares donde Jesús sea bienvenido, donde la Palabra sea leída, donde la adoración sea sencilla y genuina, y donde el amor se exprese de manera práctica.


Consejos sencillos para una celebración familiar en casa:


  • Abran la Biblia y lean juntos el relato del nacimiento de Jesús.

  • Canten al menos un himno o una canción que hable de Cristo.

  • Oren con palabras simples, dando gracias por Su venida.

  • Compartan la mesa de manera sencilla, valorando, por sobre todo, la comunión fraternal.

  • Involucre a los niños, permitiéndoles participar y aprender.

  • Realice juegos o trivias sobre el nacimiento de Jesús para generar un ambiente de alegría.

  • Invite a algún amigo, compañero de trabajo o vecino a formar parte. La Navidad es un tiempo propicio para reflejar la generosidad de Dios hacia los demás.


La Navidad no se trata de una celebración costosa para que sea perfecta, sino de realizarla con propósito. Cuando Cristo está en el centro, el hogar se convierte en un altar, la mesa en comunión y la celebración en adoración. Y es este ambiente el que marca el corazón de los presentes, incluido el de los niños, más que los obsequios.


Que, en estos tiempos modernos, podamos decir, como creyentes y como familias, que Jesús sigue siendo bienvenido en nuestra casa. Y que al celebrarlo, recordemos que Él no solo nació una vez en Belén, sino que aún estos días sigue naciendo en nuestros corazones.


Los ángeles anunciaron:


“Hoy les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:11).


Y esa sigue siendo la mejor noticia hoy y ahora en nuestros hogares.

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